No me siento muy orgulloso

No me siento muy orgulloso de ser un mal estrago,

tampoco de ser como un barco sin tripulación

que vaga solo estrellándose contra el propio mar

a ratos a flote, a ratos hundido.

No me siento orgulloso de mi subsanada maldad

ni de todas perversión que pude haber tenido,

ni de lo malo ni de lo bueno ni de bla, bla, bla.

¿Sabes qué? que no me siento orgulloso de nada,

¡no me siento orgulloso!

¡no me siento!, de hecho, estoy de pie.

Y si de veras hice algo malo

no te preocupes, me he arrepentido,

y si aún no lo he hecho

prepárate, que aún no he llegado,

vivo en constante arrepentimiento

y aunque no lo soy, intento precaver

para remediar mi irremediable…

manía por no sentir fragilidad,

cuando soy yo mismo

el que se hace frágil.

Del orgullo intento deshacerme

porque el orgullo me deshace,

de mis logros no alegrarme en demasía,

porque los logros son totalmente subjetivos.

Prefiero conservar a destruir,

prefiero reconstruir a enfadar,

prefiero mejor querer,

prefiero mejor amar,

y si sale mal, recordar,

y si sale bien… perdonar.