Los amantes de Teruel

Hablo del amor de cariño,

no solo el amor de enamorar,

en este caso sucede

de manera similar.

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Por fortuna,

atesoramos un sentimiento universal,

un amor que trasciende

transfiriéndonos pura vida,

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es ese aire que respiras

cuando disfrutas en soledad

pensando en el momento exacto

en el que sucedió el amar.

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No es la nostalgia herida

un sentimiento de placer,

mas ¡que es el amor altivo!

espléndido, eso bien lo sé.

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El amor encariñado

puede pasar a pasional,

conservando dos partes:

la cariñosa y la sexual.

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Este proceso suele tardar,

a veces sucede al instante,

desde el primer mirar.

Así les sucedió a dos amantes:

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Los amantes de Teruel.

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Se enamoraron a primera vista,

ella habló de su amor a su amante,

de casarse le dijo él, con buena vista,

mas ella había jurado virginidad

hasta los veinte años

y esperaron cinco sin sed, sin prisa.

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Esperaron hasta tener dinero,

y logró tenerlo el buen don Diego,

esperaron hasta el sufrimiento

hasta que los dos pudieron.

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Don Diego trabajó y luchó

por amor a su dulce Isabel,

mas el día del casamiento

fue el padre con rigidez

a hablarle de un hombre de oros

¡se tendría que casar con él!

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Obligada se casó sumisa,

don Diego no supo de la misa

y un pequeño beso le pidió.

Isabel que se había guardado,

que ni si quiera se habían besado

llena de pena le respondió: «no».

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Cayó al suelo el caballero,

¿qué le sucedió a don Diego?

Murió de pena y de amor.

Cariño instantáneo,

luego pasión,

y luego error

y luego daño.

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Y la única lección que aprendió

fue en el cielo y en el mismo suelo,

pues Isabel abandonando al marido

fue hacia el cadáver de Diego

descubriendo su rostro de muerto

y con desatada pasión lo besó,

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con fuerza y más fuerza,

sin parar hasta que el corazón

de tal fuerte beso se le paró.

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Cualquiera diría que en beso

hicieron el mismísimo amor.

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Isabel cayó muerta del beso,

y en el cielo

hacen lo que en la Tierra

no pudieron.

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En el cielo

se apasionan los dos.