Leerte las manos

Leer las finas manos pasando una fina hoja

de mi libro de poesía favorito,

o tocando una guitarra española

sin saber que es flamenca.

Observarlas como escriben nuevo libro

o poema íntimo con arte e ingenio,

sin buscar otra cosa más que

la pura evocación de placer,

el sentir la armonía que solo producen

sus manos cuando escribe o cuando

ligeramente toca sucesión de acordes

y con su fina voz los acompaña.

Es entonces cuando yo intento

imitar sus melodías con piano,

y me salen tristes intentos,

una tras otra vez apuesto

por imitar sus sonidos,

los que produce con su voz,

y me paso horas hasta que

finalmente, los acierto.

Son los latidos que pasan por sus manos

los que marcan el ritmo de las mías,

y los que hacen que desde un recuerdo

logre un nuevo recuerdo en una canción.

Hecho esto, la compongo

y la escucho día a día,

nadie la valora

tanto como yo.

No hablo de la canción,

pues hablo… de ella misma.