El banco del Teatro Romea de Murcia

Hay un banco al lado del Teatro Romea,
no hay muchas personas que se sienten,
los transeúntes lo miran para ver si tras él
aparecen los actores cuando acaban de actuar,
el banco del Romea, se encuentra solo y aislado,
algunas pocas parejas se sientan sin contemplarlo,
miran las tiendas de en frente y no se vuelven a sentar,

¿aún lo recuerdas?, nosotros le dimos vida

con nuestras conversaciones amenas,

con nuestras caricias y nuestras risas,

con cómodos silencios sin pena,

con tus ojos claros, con tu hermosa risa,

que ahora parece que tuviera prohibida.

Todos los días me paso por el banco del Romea,

para ver si te veo, y se me cansan las piernas,

una tras otra para y ya no avanzan,

quieren quedarse inmóviles

para que observe aquel banco

y la fachada roja, la pasión azarosa,

que por ti evité para conservar el amor.

También la evité por mí,

en verdad, siempre fuí así,

quise mostrar mi parte mejor,

y siento que jamás pude,

pero ahora que estoy preparado

pienso mostrártela con mi poesía,

es la única unión que queda

entre tus palabras y las mías.

Mi poesía es como las lentejas,

si quieres la lees y si no la dejas,

al igual que el dicho de madre

sí o sí te la tienes que leer

porque cada desprecio me consume,

pero cada aprecio nos llena.

Yo no sé hacer más poesía

que la que vimos en el Romea.

Recuerdo como recitabas

la respuesta de Doña Inés,

lo bien que gesticulabas

metiéndote en el papel.

No conseguí recitar los versos

de la declaración de Don Juan,

y mira que me pasé días

intentándolos memorizar.

Cada vez que paso por aquí

me martirizo con el recuerdo,

que mucho dolor me provoca,

pero más que dolor: contento.

Contento por la esperanza

de tus ojos de tal color,

contento por los árboles

de la misma pigmentación,

contento por tu decencia,

contento por tu humildad,

contento porque eres buena,

y porque yo no pedía más.

Yo no tengo la culpa

de que mi alma te elija a ti,

ya te avisé que esto

sucedería así.

Si con cada aprecio sentimos el bien

en nuestra intimidad,

aunque ninguno lo queramos confesar,

si con las palabras buenas

nos libramos del desazón

y de todas las partes negras que alberga el corazón,

¿por qué soy tan cobarde

cuando un banco me quiere hablar

de los recuerdos únicos

que me entristece y alegra pensar?

Recuerdo que me machaca

por no poder memorizar.

«Da igual», me digo a mí mismo.

Y esto, ¿qué le importará?

Lo que importa es que oímos

la declaración de Don Juan,

no de mi boca pero la hicimos

nuestra y de nadie más.

,
 Poemas
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Autor: José Daniel Martínez

José Daniel Martínez es un músico, escritor y modelo murciano, además de profesor de Literatura y teórico en Lingüística. Nació en Alcantarilla, Murcia en 1996 y desde muy joven mostró su interés por la música. A los 14 años empezó a tocar la guitarra y a cantar en bandas de rock.

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