Diálogo entre la enamorada y el falso enamorado

—¿Cuánto arden tus pasiones?

—Tanto como tú te arrimes,

pues eres dueña, señora

de mi corazón completo,

no dudaría un segundo

en entregártelo perfecto,

mas ese no es el asunto,

el asunto es lo derecho

que camino directo

al mal destino trasunto…

teniendo el bueno recto

en tu ternura y afecto.

—Pues tanto no te apasiones.

—No controlo mis ardores,

solo explico mis sentires,

déjate aparte las bromas

sabemos que me quisiste.

—Que te quise no

que te quiero yo,

y te lo demuestro una y otra vez.

Si quieres los dos

seremos fulgor,

cuando luz se apaga y no se puede ver.

Hay una ilusión

que nunca te dije,

que es besarte lentamente hasta que grites.

—Yo no quiero amor

ni lo que tu dices,

yo solo me quiero…

casar.

—Entonces yo no.

—Entonces yo sí.

—Entonces me iré.

—Volverás a aquí.

—No me rendiré ante tu petición,

no hay un matrimonio que sea sin amor.

—Pero así será el de nosotros dos

y como el del gran pueblo español.

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—No me casaré.

—Pues te engañaré.

—No me engañarás.

—A tus padres sí.

—Y eso a mí qué.

—Pues que eso yo lo haré.

—Soy yo quien podrá decidir.

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Si me caso yo

que sea por amor,

yo te amo mucho

¿tú también a mí?

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—Mucho, tanto o más

que tu posición

o que lo que tengas que decir.

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—Pues me casaré

con otro señor,

me enamoraré

antes de su amor,

jamás me verás

solo verás mi ir.

—Luego volverás

siempre hacia mí.

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—No, no volveré,

serás ilusión,

te rechazaré

y sin omisión,

pues prefiero amar

a alguien que me amó

a que hasta morirme

guardarte rencor.

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(APARTE)—(Solo intentaba

enamorarte,

y sin dudarlo

traicionarte).

—Ay que pena yo,

siempre en desazón,

ay que pena yo.

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Ay que pena yo,

sin haberlo amor

matrimonio no.