¿A qué jugamos?

¿A qué estamos jugando cuando cuando río

y respondes con risa alegre para transmitir felicidad?

¿Jugamos a lo que el viento juega con el mar

produciendo oleaje tal y como tú lo produces en mí

con tu mirar?

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O quizá jugamos al puzle en el que solo hay dos piezas:

la tuya aturdida

y la mía

que no sabe si con la tuya encajar.

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Puede que estemos jugando al escondite,

escondiendo lo que sentimos

para que todo siga igual,

para que nada vaya a más

porque en el fondo sabemos

que el mar se debe calmar

para volver a producir oleaje

y ese oleaje es tu mirar.

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Me diriges una mirada

y las olas se abravan,

no me la diriges

y sucede esa calma

que contrasta

con tu otra vez mirar.

Entonces me abrazas

y se produce un tsunami

y todo lo que quise

lo encuentro en ese mirar.

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Me aferro a la pasión de las olas,

sintiendo que igual que vienen se van,

pero sabiendo que se repetirán

en la próxima ocasión

en la que suba la marea.

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Estamos advertidos,

la bandera es roja,

tu mirada sincera,

las olas vuelven,

con esa pasión,

luego con calma,

más tarde

con amor,

se hizo la mar duradera.